domingo, 22 de mayo de 2016

Julia Margaret Cameron, pionera del siglo XIX de la fotografía artística.

Casi por casualidad, consiguió crear arte con lo que para muchos sólo era un aparato de "nueva tecnología".


En tiempos en que el arte parecía estar, y crearse, en todas partes, y por parte de muchísima gente.

En general, a la hora de hablar de fotografía, me he dedicado más a copiar algunos fotos antiguas, fuera en color o blanco y negro, que considerase interesantes, sin importar quién fuera el autor. Sobretodo, porque  a veces no se sabía ni quién era. Pero este es un segundo caso distinto, tras el de Emma Barton, sólo que Julia Margaret Cameron es una autora más conocida e importante que la primera. Casi olvidada, por no decir desconocida para generaciones enteras -y eso incluye gente entendida en el arte fotográfico- ha sido en los últimos tiempos, mediante exposiciones, libros, y el poder darse a conocer su obra por medio de internet, que su nombre a vuelto a sonar a no pocos.
Julia Margaret Cameron (1815-1879) nació en la India, en Calcuta, pues su padre, James Peter Pattle, fue oficial de la Compañía de las Indias Orientales, que hasta la anexión de sus territorios al Imperio Británico en la India, y la disolución final de dicho organismo, fue casi un estado dentro del estado británico. Por parte de su madre, además, era de origen francés y noble. Seria, pues, tras casarse con Charles H. Cameron -de ahí su apellido de casada-, jurista y poseedor de una gran plantación de té en Xry Lanka -la isla de Ceilán, como se le conocía en aquella época-, lo que se podría llamar una aristócrata -no por título de noble, pero sí por su nivel de vida- con mucho tiempo para sí misma, porque resulta evidente que tenía una legión de sirvientes, en Asia o en Gran Bretaña, para ocuparse de la casa y de sus hijos. Pero a diferencia de otras, Cameron tenía estudios, una cultura general elevada, e interés por el arte. Además, era de un tipo de mujer no tan usual en la época Victoriana, que no se contentaba con disfrutar del arte creado por terceros, sino también el intentar -y conseguir- crearlo por sí misma. Ella no parecía tener suficiente habilidad o sentido artístico -o lo que fuera- para dedicarse a la pintura o el dibujo, como Henrietta Rae, por poner un ejemplo de mujer contemporánea suya, pero un día, por casualidad, acabaría descubriendo para lo que sí estaba tocada por alguna nueva musa, nacida en el siglo XIX, mucho después que sus hermanas mayores, por ser de un arte nuevo: la fotografía.


Una fotografía de ella misma, realizada por Herschel, en 1870. Su éxito fue muy rápido, y le acompañó hasta su muerte, en la isla de Ceilán, en 1879.

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"Beatrice Cenci" (1866) Sus fotos fueron todas en blanco y negro, pues el color, ni en su forma más primitiva, existía. Sólo había fotos pintadas, pero de forma, en general, bastante simple y que, más bien, estropeaban la fotografía original. En los últimos años, sin embargo, han ido apareciendo programas -y especialistas- que son capaces de colorear fotografías antiguas como si originalmente hubieran sido realizadas a color.


Otra versión de su "Beatriz".


"Madre María", o el arte sacro en la fotografía. Cameron sabía adaptarse al rostro y el carácter de cada uno de sus modelos. En aquellos tiempos, se pensaba que se podía averiguar mucho del ser de una persona sólo por su cara o sus modos, así que la fotógrafa no era amiga de maquillaje u otras "trampas". Cada individuo retratado, debía ser capaz de hablar sin palabras, sólo con su rostro.

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"Una sagrada familia" (1872), o la fe y la pureza encontrada en una sencilla familia. En oasiones sus modelos eran parientes -sobrinas, su hija-, amigos, sirvientes -se llegó a decir, y quizá fuera cierto, que los contrataba según lo fotogénicos que llegaran a ser-, o amigas jóvenes o parientes de otras mayores.


"El beso de la paz", con su conocido desenfoque provocado.

Sin embargo, en aquellos tiempos -hablamos de la década de los sesenta del XIX-, la fotografía apenas era considerada un arte, e incluso, un elemento importante o a tener en cuenta a la hora de ilustrar periódicos o revistas, o retratar hechos históricos, paisajes o personajes, conocidos o anónimos. Estaba todavía en pleno desarrollo tecnológico -más bien, se estaba trabajando para que fuera viable-, y el hecho de que cualquier persona que deseara ser fotografiada tuviera que posar durante mucho tiempo -en principio, horas- sin moverse, resultaba no sólo muy pesado, sino que, al menos en el caso de la pintura o el dibujo, el artista podía parar y dejar descansar al modelo en cuestión, pero en fotografía, un movimiento brusco hacía que el tiempo, el trabajo y los productos químicos y la placa utilizados fueran desperdiciados sin remisión.
A Cameron, un día de 1863, su única hija, Julia, y su yerno, le regalaron una pesada cámara de madera, para que pudiera pasar el rato y tener un entretenimiento considerado exclusivo, de gente de alta sociedad -poca gente podía, en aquellos tiempos, permitirse comprarse una cámara para, literalmente, jugar con ella, y no usarla, como los fotógrafos profesionales, para ganarse la vida, y así, recuperar la inversión inicial-, y que además, en principio, podía tener un uso artístico. O eso pensaban algunos, porque en los inicios de este arte, no eran pocos los que consideraban que no era mucho, lo que se podía conseguir de artístico con semejantes artilugios. No fue hasta el año siguiente, con cuarenta y ocho años ya, que consiguiera su primera fotografía -por lógica, algo que le hizo más ilusión que cualquier reconocimiento o premio posterior-, y al poco, pasó a formar parte de la exclusiva Sociedad Fotográfica de Londres y Escocia -curioso nombre este, por no parecer incluir al resto de Inglaterra-.

William Michael Rossetti, el hermano del pintor y poeta Dante Gabriel, que también tuvo su época poética, además de ayudar en la revista prerrafaelita "The germ".

El poeta Tennyson, cuyos libros de poemas ilustró con sus fotografías.

El pintor William Holman Hunt, uno de los miembros de la Hermandad.


Exitosa fotógrafa, rescatada para el recuerdo muchos años después.

No tardó mucho en ganar premios, y en participar en exposiciones colectivas, y finalmente, en tener algunas dedicadas sólamente a ella, incluso fuera de Gran Bretaña. En 1864, consigue su primera exposición dedicada únicamente a su obra, y seguiría en salas cada vez más importantes -la Galería Francesa de Londres-, llegando a conseguir un premio en Berlín, y que el mismísimo Charles Darwin le pidiera que realizara varios retratos suyos.
Respecto a lo que fotografiaba, o qué influencias artísticas tuvo a la hora de decidir qué y cómo plasmar lo que más le gustaba -porque estaba claro que poca influencia podía recibir de otros fotógrafos artísticos, por tan pocos que había en ese momento-, parece claro que fueron diversas, pero claras, y habituales en aquellos tiempos: la literatura -sobretodo la de su propio país, pero también la de Italia, y Europa en general-, el Renacimiento en sentido amplio, los prerrafaelitas -como no; hay que tener en cuenta que su obra se extendió por las décadas de los sesenta y setenta del XIX, que fue el tiempo en que dicha corriente tuvo más fuerza-, destacando Burne-Jones y Millais, aunque también autores algo posteriores, como el simbolista George F. Watts, y también la Biblia, pues aunque no fuera una puritana obsesionada con la religión, sí que era creyente, y la Biblia formaba parte íntegra de la educación de casi cualquier europeo de la época, aún sin ser practicante de la religión. Y sobre si hubo alguien que le enseñara a sacar mayor rendimiento de sus máquinas, pues al poco de conseguir varias exposiciones, compró una mejor de la que tenía, sí parece que recibiera la ayuda de dos fotógrafos conocidos por sus trabajos de aquellos tiempos: el también escritor Lewis Carroll -el autor de las novelas de Alicia en el País de las Maravillas; en aquellos tiempos, eran muchos, los que destacaban en más de una cosa-, y el pintor y fotógrafo sueco Oscar G. Rejlander, afincado en Inglaterra, y que fue uno de los primeros en experimentar con la cámara, a la hora de componer complejas escenas llenas de personajes. Muy probablemente, sin ellos, Cameron nunca habría llegado tan lejos, y se podría decir, que gracias a su ayuda, formó parte de los primeros artistas de la cámara.
Gustaba tanto de realizar retratos en primer o segundo plano -sobretodo de mujeres y niños de ambos sexos- como de representar escenas previamente coreografiadas y bien pensadas y planeadas. No era raro, el que se intentaran fotografías que fuesen adaptaciones con personajes de carne y hueso de cuadros conocidos. Cameron fue una iniciadora en ello, y otros que la siguieron, y mejoraron y diversificaron la "fotografía escenificada", recibieron el nombre de pictorialismo, cuyo mejor momento sería entre muy finales del siglo XIX, y principios del XX. Más o menos, la generación siguiente a Cameron, y algo más. Realmente, los miembros de dicha corriente la consideraron, junto a sus maestros Carroll y Rejlander, como sus predecesores y maestros. También realizó retratos de personajes importantes, como e ya nombrado Darwin, o el poeta Tennyson, para quién realizaría una serie de fotografías para uno de sus libros.

"Espero", o "Espera". O lo difícil que resultaba que un niño se mantuviera quieto lo que parecía una eternidad.

Julia Margaret Cameron. The echo 1868. Via getty
"El eco" (1868), detalle. La modelo, que tanto tiempo hace que ya no está en este mundo, parece que va a salir de la pantalla -o el papel- para unirse a quién la mira.

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"Maud". Subtitulada  "There has Fallen a splendid Tear From the Passion Flower at the Gate", y que cada cual traduzca como quiera -¿"Ha caído una esplendida lágrima de la flor de la pasión en la puerta del jardín?". 


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"El paso -o último viaje- de Arturo" (1875), donde se recrea la muerte del rey Arturo, realizando su travesía camino de la isla de Avalon. Las leyendas no dejan demasiado claro quienes acompañaron al rey en su último viaje: Morgana, la Dama del Lago, u otras reinas-hadas.

Algo que destacaba en su obra, es un desenfoque de las imágenes, que nunca ha quedado demasiado claro si fue porque Cameron no sabía realizar mejor su trabajo, o si era intencionado, aunque todo parece indicar lo segundo, porque es difícil de creer que, tras años de pruebas y experimentación, nunca llegara a eliminar ciertos errores de iniciación. Este supuesto desenfoque realizado voluntariamente, o flou, se hizo famoso, y más tarde también sería imitado, pues le daba a su trabajo un aspecto romántico, fantástico, onírico, así que se podría pensar que, lo que al principio fue casualidad, finalmente fue buscado expresamente. También tenía una base y sustento, al menos en parte, religiosos, pues Cameron, como muchos contemporáneos victorianos, aún pensando que el arte, en sí mismo, era técnica -y se podía enseñar, si el alumno tenía vocación y habilidad suficientes-, el más elevado era el arte sacro, el que tenía al la Biblia, y a la fe cristiana en sentido amplio, como principal protagonista. Es difícil encuadrarla en una corriente artística, por no tratarse de pintura, dibujo, escultura o arquitectura, pero si bien a Emma Barton se le considera prerrafaeita -muy tardía, eso sí, pues se dedicó a fotografiar, básicamente, en la primera década y media del siglo XX-, a Cameron, más bien, se le podría encuadrar en la corriente mayoritaria academicista, aunque esta etiqueta, en su arte, fuera un tanto discutible, por no haber academias donde aprenderlo, sino más bien depender de la habilidad o sentido artístico de cada fotógrafo, y de lo que pudiera aprender de un maestro, o estudiando la obra de los demás.
En 1873 perdería en un parto a su única hija, pero el arte, que para ella era casi una obsesión, le hizo seguir adelante. Al año siguiente, publicaría su autobiografía, que también era un comentario sobre su propia obra, y el cómo la realizaba. En 1875, volvería a ilustrar otro libro de poemas de Tennyson, y ee mismo año, marcharía con su marido a Ceilán, donde enfermaría de un enfriamiento del que nunca se recuperaría, falleciendo en 1879. Por la época en la que vivió y realizó su obra Julia Margaret Cameron fue una británica victoriana al cien por cien, y sus fotografías, parte de la cultura de aquellos tiempos, ahora recordados como una edad de oro -en todos los sentidos- de Gran Bretaña que, a pesar de los brillos imperiales, tenía más claroscuros de lo que se acostumbra a hablar hoy en día. 


Y una fotografía moderna, inspirada en su obra, vuelta a la actualidad gracias a libros y exposiciones:

La actriz Jessica Chastain, en 2013, para Vogue.

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