martes, 16 de junio de 2015

"Dioses y héroes de la antigua Grecia": O de cómo Robert Graves nos introduce en la mitología helena casi sin darnos cuenta.

Una obra quizá menor, de un autor que merecería una entrada entera, pero que se lee con placer de una sentada.


Que yo sepa, sólo en una ocasión comenté en una entrada la sinopsis y mi opinión personal no sobre la obra de un escritor, sino solamente sobre un libro en particular, y fue sobre "Los hombres artificiales del doctor Pericart", y fue porque se trataba de una obra de ciencia-ficción primitiva originalmente en catalán -y que yo sepa, nunca traducida a otra lengua, tampoco al castellano-, y por ser, por tanto, algo inencontrable, consideré interesante hablar largo y tendido de la historia, que me pareció interesante. 
Este es un caso distinto, pues el autor del libro no es en absoluto un desconocido, y la obra es relativamente fácil de encontrar. En mi caso, la adquirí por el módico -pequeño, más bien pequeñísimo- precio de cincuenta céntimos, de segunda mano, y corresponde a una edición de varias obras de la literatura universal que publicó el diario "El Mundo" en su décimo aniversario -o sea, hace ya bastantes años-, e imagino que venderían cada libro con el periódico del fin de semana, por un precio en general inferior a un libro parecido en una librería.
Se trata de "Dioses y héroes de la antigua Grecia", de Robert Graves, el autor de "Yo, Claudio", y su segunda parte, "Claudio el dios, y su esposa Mesalina", entre otras novelas, poemarios y biografías noveladas, incluida una de sí mismo, en que relata su experiencia durante la I Guerra Mundial: "Adiós a todo eso". El libro fue publicado en 1960, y tuvo gran éxito, al menos, en el mundo anglófono, y se vendió también sin problemas en España y otros muchos países, debido, sobretodo, a que el nombre de Graves sonaba a muchos aficionados a la lectura y la historia -y también a algunos que no lo eran ni a una cosa ni a la otra- desde que sus dos novelas principales -en realidad, más que auténticas novelas históricas, como se las describe siempre, serían historia novelada, aunque rellenando las lagunas de forma normalmente coherente, pero en ocasiones también con no poca fantasía- fueron llevadas a la televisión en forma de serie.

Robert Graves, en su escritorio, sepultado por manuscritos de obras sin acabar o en proceso de escritura, documentación y todo tipo de papeleos, incluidas cartas de admiradores y conocidos. No parece que el verse rodeado de papeles le resultara un incordio. Más bien al contrario.

Bueno, ¿y por qué me da por hablar de un libro que tiene más de cincuenta años, y apenas cien páginas de extensión? Como ya dije antes, Graves merecería una entrada por sí mismo, y tal vez la haga, bastante más larga que ésta -y donde también se hablaría de forma más extensa de obras más importantes que esta-, pero la cuestión es que, tras comprar el libro sonándome el autor, aunque no sabía bien de qué, me dio por leerlo, y en dos días ya lo había acabado. ¿Por qué? Porque, si bien la mitología -griega o no- no es lo que se dice mi tema de lectura preferido, no dejaba por ello de interesarme, y siempre he pensado que cualquiera que sienta auténtico interés por la cultura clásica greco-latina, también debería poseer cierto conocimiento de su religión, y también de sus mitos, que son no sólo eso, sino también literatura y, al tiempo, una forma de introducirse en profundidad en la personalidad colectiva, en la psique del pueblo griego en la Antigüedad -los romanos, realmente, más bien se limitaron a adoptar, o directamente a copiar, tanto la fe, como la mitología y la literatura de los griegos, así por las buenas, y más todavía cuando los dominaron a casi todos ellos, en Grecia y en las colonias-.
Allá se puede leer, en apenas un centenar de páginas, quienes eran todos y cada uno de los dioses y diosas a los que adoraban, a veces temían, pero en ocasiones también se burlaban o no se tomaban demasiado en serio, aquella gente que fue el germen de lo que ahora llamamos cultura occidental. Se da sucinta cuenta de todos los héroes y semi-dioses de los que, en algún momento, todo el mundo ha oído hablar: Heracles -el Hércules de los romanos- y sus doce pruebas; Jasón y sus argonautas, en su búsqueda del Vellocino de Oro en la lejana Cólquida -la actual Georgia, en el Cáucaso-; Teseo, diseñador del laberinto del Minotauro, y su hijo Ícaro; los Titanes, Medea, Pandora y su caja, Sísifo -padre de Odiseo, o Ulises-, Narciso, Prometeo y el robo del fuego, Orfeo y su lira... en cuanto nos damos cuenta, parece que todos esos nombres que en ocasiones confundimos, que no sabemos exactamente a qué relacionamos, nos aparecen como personajes conocidos, cada uno con su propio espacio en el imaginario de nuestra cultura popular, aparentemente actual pero al tiempo tan antigua. Y descubrimos la extraordinaria impronta de unos mitos que son, también, parte de nuestra visión del mundo, de la sociedad y del individuo, de nuestros miedos, sueños y debilidades.

Pandora abriendo la caja que guardaba su marido, Epimeteo. Éste había conseguido a su esposa como "regalo" del mismo Zeus. El dios supremo creo a la primera mujer especialmente curiosa, así que ésta no pudo evitar el abrir la caja que guardaba todos los males del mundo, aunque también la esperanza.

Graves también escribió "Los mitos griegos", en 1955 -parece que hubo una edición revisada en 1968-, en dos volúmenes, donde el que se haya quedado con ganas de conocer más a fondo a los personajes tratados en "Dioses..." puede estar seguro de que quedará más que satisfecho. Se podría decir que, en determinado momento, tal vez pensó que mucha gente podría espantarse un poco al ver una obra como la de "Los mitos griegos", compuesta por dos libros nada menos, así que no estaría de más, entonces, escribir una especie de "amplia introducción", para, al tiempo, no sólo dar un aperitivo de lo que los mitos helenos pueden llegar a interesar y fascinar -o no, todo es cuestión de gustos-, sino también, el dejar con hambre de saber a quién, pasada la primera prueba de considerar que éste no era un tema arcaico y aburrido, se quedara con ganas de más.
Como ya se ha dicho, conseguir la obra, por internet, o en una librería -es posible, incluso, encontrárselo en la sección de "Obras clásicas", o algo parecido, o el poder pedirlo sin problemas, pues son varias las ediciones que han ido apareciendo en el mercado español-, o biblioteca, resulta relativamente fácil, además de barato. Si hay una obra, al menos entre las que he leído o conocido de oídas más o menos bien, que sirve de introducción en un tema que, aparentemente, puede resultar poco atractivo, sin duda es esta. Y se lee tan rápido como, con toda seguridad, la escribio Graves en su retiro de Mallorca.

Una ilustración con los dioses griegos principales. Si se añadieran dioses menores o secundarios, semi-dioses y héroes humanos -o no tan héroes, pero humanos igualmente-, la lista podría ser interminable. En negro está el nombre griego, y en rosa el romano o latino.

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